Por Lina Zuluaga – Observatorio de Seguridad Humana de Medellín
Medellín, Universidad de Antioquia, agosto 9 de 2017
Lo más común es que en noticieros y otros medios de comunicación, incluyendo el contacto directo con otras personas, que en estos tiempos casi no se considera medio de comunicación, se encuentren hechos y situaciones que nos conmueven, indignan y llevan a la reflexión, al análisis y hasta al autocuidado, entre estos el homicidio. No obstante, a otro porcentaje de la sociedad que recibe las mismas noticias le llega la información y sólo eso, debido a que están tan naturalizadas las prácticas violentas, y que como algunos académicos denominan, nuestra sociedad ha vivido “violencias con excesos” lo que ha llevado a una desvalorización del ser que no le permite a esa porción de la sociedad dimensionar y menos reflexionar al respecto.
La naturalización de las violencias es cada vez más común, peor que eso la justificación de ellas y del homicidio. En mi concepto, éstas son aberrantes y ningún medio de comunicación debería hablar al respecto, a menos que sea para descalificar y mostrar los horrores que esto produce en nuestra sociedad y lo que alimenta aquellos que ya no tienen ninguna valorización del ser. Un ejemplo de esto es la reciente y sonada afirmación del general Óscar Gómez Heredia, comandante de la Policía Metropolitana del Valle de Aburrá: “aquí a la gente de bien no la asesinan, a los que están matando son aquellos que tienen problemas judiciales”. ¿Cuál era el problema de Edison? … No lo conocí pero por lo que leí en prensa y las declaraciones de sus familiares, docentes y amigos, era un joven de bien y con muchas aspiraciones profesionales, seguramente también igual que yo y muchos que estamos acá, soñaba ser exitoso profesionalmente, tener una familia y una vida digna y feliz haciendo lo que le gustaba.
De acuerdo con el anterior escenario queda claro que con el homicidio se viola el derecho a la vida, pero más que considerar la vida como “un derecho fundamental” del ser humano consagrado en nuestra Constitución, en el sistema universal de protección de los derechos humanos, en el Pacto Internacional de Derechos Civiles, entre otros. Así mismo debemos considerar que somos, desde un punto de vista biológico, seres privilegiados que ya no necesitamos cazar a otros seres ni defender a nuestros hijos o familia de ser presa de otros tantos, así mismo con nuestra capacidad de razonar y los consensos sociales definimos que no tenemos necesidad de tal sacrificio.
Pese a esto, las dinámicas que mueven nuestro entorno social han creado otros escenarios a los cuales nos debemos enfrentar día a día, escenarios de control territorial ilegal, pobreza estructural (carencia de servicios de salud, educación de calidad, alimentación, no discriminación, etc.), violencias y falta de presencia institucional que en definitiva dan cuenta de una falta de soberanía y soberanías en disputa.
Frente a esto las reivindicaciones sociales se preocupan y se ocupan de darle lugar a estas situaciones por medio de la solidaridad, la reflexión y, como en este caso, la acción. Lamentablemente las instituciones encargadas de garantizar algunos mínimos vitales para atender esta situación se enfocan más en contar y caracterizar sus muertos que en generar estrategias eficaces de prevención. La prevención no está en la agenda de seguridad de la mayoría de los gobernantes que han pasado por nuestra ciudad o por lo menos no se lee de manera clara.
Las cifras, que son la principal herramienta para tranquilizar, pero por fortuna también para mover el debate público frente al homicidio no son muy alentadoras, con 55 asesinatos julio se convirtió en el mes más violento de este año, que al 8 de agosto registra 323 homicidios, de estos 290 eran hombres y 33 mujeres. El año pasado 318 para esta misma fecha (5 casos más). Estas personas son más que una cifra, tienen familia, amigos y amigas, pareja, compañeros de trabajo y de estudio, mascotas y una cantidad de relaciones y sentimientos que sin esa presencia, sin ese ser humano, literalmente también son asesinados.
Por otro lado, se sataniza la protesta, se descalifica la acción colectiva cuando no está alineada a las aspiraciones y propuestas de los gobernantes y se si exige lo mínimo que es garantizar los DDHH se corre el riesgo de ser tildado de “líder” lo que históricamente ha llenado de orgullo y que en la actualidad para muchos y muchas es una situación problemática, nada más ayer en una entrevista un líder comunal, me dijo “no quiero que me vuelvan a decir líder porque como están las cosas ahora esa es una chapa que llama la muerte” ¿Hasta cuándo? ¿Y yo que puedo hacer para ayudar?, esa es la pregunta para quienes como yo se conmueven, indignan y llevan a la reflexión por lo que sucede con los homicidios en Medellín.
Por eso, como ciudadana, como parte de un grupo de investigación que se preocupa por los Derechos Humanos y por una seguridad vista de manera integral, saludo con emoción el Protocolo y fondo de movilización física para salvar vidas de adolescentes expuestos a la violencia criminal. Con la premisa Nada justifica el homicidio.
Tenemos que hacer todo lo que esté a nuestro alcance para salvar una vida sin distinción alguna.