Para ustedes y Miguel

Por: Ktabus

Siempre hablábamos de tenis y de música. Nos gustaba la misma canción de Macklemore, Wings. Sus  zapatos  negros  fueron  lo último  que  vi esa tarde mientras enviaba el mensaje al  grupo de  WhatsApp en medio del susto de mi vida; ya conocía el sonido de los tiros, pero lo había olvidado. No necesité vivir en Maré – Río de Janeiro para reconocer la silueta que deja un cuerpo sin vida en la calle, vivo en Medellín. 17 de febrero del 2020, un lunes de maratón. A las 3:03 de la tarde fue la primera vez que estuve al ritmo de todos, sin acelere, era Catalina Bustamante, la mujer grande. Sentí que en mí estaba el poder de salvarle la vida a un chico al que no le alcanzaba a ver el  rostro, busqué el contacto del cuadrante de la policía, pensaba que si lo enviaba pronto, lo podíamos salvar juntos. Hoy, años después, entiendo que no somos superhéroes, somos caminantes – gamineadores – y que detrás de nosotros en fila desordenada van un montón de sueños en cuerpos de adolescentes, esos que llamamos almadores, algunos con la mente más adulta y otros con los mismos cinco años que tengo, bueno, ahora seis.

Una semana poco fácil en la que entendí por fin la verdadera responsabilidad de hacer una renuncia y una pausa, tantos años en los que me creí incansable. El miércoles me agoté y lloré mucho, necesitaba descansar. Un sábado, una semana antes, almorcé con Migue por última vez mientras escuchábamos “Girassóis de Van Gogh” de Mariana Froes y practicábamos portugués como ya era costumbre cada semana; más tranquila, entiendo por qué sigo acá en esta casa. Sigo trabajando con ustedes porque me gusta caminar, me  gusta caminar. Agradezco el estar juntos. Voy a seguir asumiendo este oficio de estratega y a seguir fortaleciendo vínculos. Con la rata tenía en común el movimiento, me voy a seguir moviendo.

Wings de Macklemore cuenta la historia de un chico y su sueño, tener unos tenis con cámara de aire para volar muy alto y ser el mejor en baloncesto. Lo asesinan por robarle los nike de moda.

“Mamá, esta burbuja de aire, justo aquí, me hará volar.”

Fui de nuevo a la cancha, y cuando salté, cuando salté, juro que llegué tan alto. Toqué la red, “¡Mamá toqué la red!”, este es el mejor día de mi vida.

Quiero creer que le dimos a Miguel muchos mejores días de su vida. También los abrazo.