Instinto de Vida en Medellín (9)

En 8 días en Medellín perdimos personas que nos hacían falta en el barrio La Esperanza, en San Antonio de Prado, Palermo, Villa Nueva, La Candelaria, Enciso, La Gloria, Las Independecias

Alejandro, Walter, Jorge, Didier, Juan Gabriel, Hector, Jean Kloder, Luis Alfonso ya no están aquí y en Medellín no nos sobraban.

En la ciudad que lucha contra el referente de Pablo Escobar están asesinando a pelados que tenían algún tipo de relación con un criminal. En la ciudad que acoge el referente del Coltejer están asesinado a un operario de confección.

Perdimos a un administrador de una cafetería de un colegio, un vendedor ambulante, a un muchacho de “contextura delgada, tez trigueña, 1,65 a 1,70 metros de estatura, cabello corto color negro, de barba”, a alguien de 19 añitos.

Las doñas (señoras y mujeres) de las familias Sierra, Sánchez, Londoño, Cortinez, Arango, Quiceno, Cardona, Franco, Guerra, Vargas, Rámirez, Agudelo, Osorio, Arango y Urrego nunca van a superar el dolor del absurdo del asesinato de sus sobrinos, hijos y nietos.

En otros lados, por fuera de los espacios cotidianos, en la realidad paralela digital, ciudadanos de verdad se molestan, con una discusión dada desde la campaña NoCopio, se molestan porque dijimos “ni siquiera a un ladrón se le puede asesinar” -de acuerdo con todos los de NoCopio en que nada justifica el homicidio-. Gente como nosotros en Medellín que está desesperada con instituciones que no funcionan, con una delincuencia que da mucho miedo, con una gran desprotección.

Si todos pensáramos igual no necesitaríamos la campaña Instinto de Vida. Estamos de acuerdo en proteger la vida de todos y de cualquiera, en que las exigencias las hacemos a los servidores públicos no a los ciudadanos, queremos debatir con ciudadanos y no con delincuentes.

Para la riqueza del debate no descalificar al otro, personas que todavía justifican el homicidio no son malos ciudadanos, ni les falta inteligencia, son consecuencia de una ciudad que ha sufrido mucho y de un país que ha tenido un empobrecimiento fuerte de información y debate.

Algunos creen que nos falta experiencia, tragedia o conocimiento cuando planteamos que las personas sí cambian -eso es lo que hacemos todos-, que muchachos malos no hay, que nadie es esencialmente malo. Seguiremos sosteniendo esos argumentos filosóficos y técnicos.

Nos preguntan qué hacer y tenemos varias cosas para proponer, en esta entrada una secuencia de varias:

Primero mirar, mirar para donde es. Segundo hablar, hablar al rato, hablar sin rabia, hablar después de espantar el miedo, hablar antes, durante y después y seguir hablando. Tercero sentir, volver a sentir, reconstruir la piedad y caminar la ruta de la solidaridad. Sencillo; el poder del gesto; los símbolos crean nuevas realidades.