Instinto de Vida en Medellín (1)

Por Casa de las Estrategias

A Yasser Murillo lo recuerdan en Facebook como alguien muy perseverante, que enfrentó una vida dura, que fue auténtico. En Facebook su amigo cuenta que Yasser decía que “todos los días sale uno nuevo pero el que se mantiene es por bueno”.

Mientras que algunos ven en el asesinato de un muchacho de 17 años una historia de exclusión, un reciente papá entendía una historia de cuidado y de afecto. Se estremecía este papá pensando todo lo que Yasser tuvo que haber sido cuidado, protegido en el nacimiento, abrigado en esos primeros meses de fragilidad, observado mientras aprendía a gatear y sostenido esos primeros pasos; socorrido y aliviado tantas veces para llegar a esa edad.

El “periférico” centro de Medellín, Niquitao, Betania, Aures 2, El Cucaracho, Manzanillo, el Salado. 16 años, 17 años, 20 años, 21 años, edades que se repiten. Mensajero de una carnicería y estudiante del SENA, lavador de carros, alistador de buses, empleada doméstica. Ofir, Oscar, Rafael, Sergio, Felipe, Eliseo, Andrés. Uribe, Días, Pinzón, Ríos, Sánchez, Murillo, Higuita, Goez, Restrepo.

No tienen nada de raro y tenemos mucho en común. Lo único anormal y absurdo es el homicidio. Sus vidas no eran raras y no nos sobraban en esta ciudad.

En Medellín cada víctima de homicidio es el ser querido de alguien y eso la hace estar conectada vital y espiritualmente a la ciudad.

Para que la ciudad esté completamente viva necesitamos que cese el homicidio.

Nada justifica el homicidio.