Javier D. Jaramillo A.
Sociólogo, ciudadano y servidor
Lo que tengo para aportar lo hago como ciudadano común, amigo de Casa de las Estrategias – Casa Morada y adherente a la campaña No-Copio-Nada Justifica el Homicidio, que ve en ella, un llamado radical, pertinente y potenciador del cambio civilizatorio que está emergiendo. Nos reúne el tema “Reducir los Homicidios – Reflexionar sobre La Policía”
Contenido
-Desde dónde
-Aproximación al tema
-Planteamiento
-Conclusión
Desarrollo
Desde dónde
Me defino como ciudadano-servidor, acompañante de grupos, procesos, proyectos y organizaciones en procesos de toma de conciencia, toma de decisiones y gestión de acciones de mejoramiento de diversos órdenes. Actualmente soy relator y comentarista de los encuentros regionales de víctimas en Antioquia promovidos por la Mesa Interinstitucional Voces de Paz y el Centro Fe y Culturas; soy amigo y servidor de la Casa Morada-Casa de las Estrategias, Nuestra Gente, la Corporación de Desarrollo, Educación y Vivienda Codevi, la Corporación Región y miembro de varias comunidades de aprendizaje, entre ellas, el Centro Fe y Culturas, Signos de Vida, Diócesis de Caldas, Conversaciones con Juanito, Crisis y Sentidos, todas ellas tienen en común, la esperanza como camino de la vida.
Aproximación al tema
Creo oportuno y necesario abordar el tema propuesto sobre reducción de homicidios y reflexión sobre La Policía desde una visión estructural más allá de hechos coyunturales, con enfoque de soluciones y esquemas para pensar integralmente las cosas más allá de los acontecimientos más recientes. Para ello, creo que son oportunas preguntas como ¿Cuál creemos que sea la mejor solución al tema que nos ocupa? A quién o quienes afecta y cómo? Cómo se manifiesta y desde cuándo? Cuál es el mayor obstáculo a la solución? Para quién o para qué es una buena solución el problema? Quiénes y qué ganan con la solución? Qué elementos y relaciones esenciales configuran la situación y la solución al tema?
Planteamiento
No podemos iniciar esta reflexión sin mencionar y desear desde lo más profundo de nuestros corazones el regreso vivos y sanos, o la verdad, de Santiago Urrego, Jaime Manco y Andrés Vélez, los tres jóvenes de la comuna 13 desaparecidos hace cuatro semanas y muy pocos ciudadano reclamándolos públicamente.
Supongo que compartirán conmigo que una buena reflexión para la Policía y al mismo tiempo una buena solución al problema de los homicidios sería la prevalencia del respeto profundo por la vida y una inmensa capacidad de reacción por su transgresión, en la sociedad y en la policía misma. De eso nos dio una inmensa lección la sociedad argentina el año pasado a raíz de la desaparición de Santiago Maldonado y de eso nos habla la misión y principios de la Policía Nacional “Compromiso de todos para brindar un servicio que garantice la convivencia y seguridad ciudadana.”
Esa solución se percibiría en la reducción o desaparición de los homicidios y en manifestaciones, movilizaciones, tendencias en redes, plantones y acompañamientos a los familiares y comunidades y lo verían primero las familias, las madres de las víctimas y los padres, allí donde estén presentes.
Esa solución afectaría positivamente a los jóvenes que según datos de la Casa de las Estrategias son los principales amenazados y víctimas de los homicidios, a sus familias y también a las personas sensibles, compasivas y de buena voluntad que verían allí señales de esperanza; y afectaría negativamente a las oficinas, las bacrim, los combos, y también a las autoridades que se incomodan y se mueven por las acciones de las veedurías ciudadanas y de los grupos de presión en la sociedad.
Es verdad que la ciudad registra un índice considerablemente menor de homicidios con respecto al año 1991 de mayor pico en la historia reciente, también es cierto que en lo corrido de este año se viene presentando un incremento del 14% de hechos en la ciudad con respecto al año anterior; y con relación a antecedentes de reacciones y movilizaciones en la ciudadanía son memorables en Colombia la marcha del silencio contra la violencia en 1948 liderada por Jorge Eliecer Gaitán, la marcha de los claveles rojos el 13 de agosto de 1987, la marcha por la paz y la vida de 1997; la marcha contra el atentado al Club El Nogal de 2003, la Marcha no más Farc de 2008, la marcha contra los crímenes de estado y el paramilitarismo en 2008, la marcha contra la violencia en Tumaco en 2014 y la multitudinaria marcha por las universidades publicas la semana pasada que si bien no es contra la violencia, fue a favor de mayor inversión para la educación pública por encima del presupuesto para la guerra, que atañe a nuestro tema.
Aun así, no hay que dejar de reconocer que el mayor obstáculo a la solución es el egocentrismo y la indiferencia dominante en la sociedad colombiana, la que a su vez conviene en primer lugar a la industria de las armas, a la industria funeraria y a las multinacionales y en general a la industria del consumo y a la dinámica de la acumulación de capitales.
La ganancia propia y de los otros de la prevalencia del respeto profundo por la vida y una inmensa capacidad de reacción por su transgresión, en la sociedad y en la policía misma, sería sin duda la garantía del derecho a la vida para todos, seguridad, tranquilidad, el goce del derecho a desenvolvernos en una sociedad que respeta la vida, lo que serviría a la paz, la convivencia, la transformación de las diferencias y los conflictos de manera pacífica y en favor del desarrollo sostenible y mejor aún, como lo argumenta Serge Latouche, del “decrecimiento”, real fórmula de “sostenibilidad” del planeta.
Todos sabemos que “la vida es sagrada”, “un don y un valor “inviolables”; lo sabemos por religión, por razón y por Ley. El problema es que ese saber, según Wilber, es del orden de las creencias religiosas en el que se mueve el 40% de la población; y de las creencias racionales en el que se mueve el 30% de la población mundial, mas no logra ser un principio ético superior, por eso es tan poderosa la consigna “Nada justifica el homicidio” que puede hoy resonar quías, en 12% de la población mundial.
Claro que en Colombia y en Antioquia, aproximadamente el 70% de la población niega “el otro” y justifican la muerte ya sea por defensa propia, venganza, superioridad moral o “buenismo”, derivado de los mecanismos de la cultura patriarcal y probablemente de las nociones de señorío, riqueza e identidad que subyacen en la cultura, que además supeditan la “libertad” a la “seguridad”, agravado tal como se le oye a los pobladores rurales en los encuentros subregionales de víctimas, por el desequilibrio, cuando no, por la “confabulación de poderes” ejecutivo, legislativo y judicial, a favor de la muerte, la corrupción, la ilegalidad y el despojo; muestra fehaciente del macho arcaico-instintivo, mágico e impulsivo-egocéntrico dominante en el 30% de la población mundial.
Lo que no hemos entendido y nos haría bien a todos comprender, como selo he escuchado a Aka en algunos de sus rituales vivos abrazando las familias de víctimas de homicidios en los barrios de Medellín, es que “somos uno” y en la muerte violenta del otro, muere algo en el homicida, en cada uno de nosotros y en la humanidad. Esto apenas lo entiende el 1% de la población y hace parte de una transición civilizatoria, así lo argumentan pensadores[ Beck, Bauman, Martínez, Delgado, Damasio, Jager.] de enfoques sistémicos, holísticos y ontológicos.
Nos hace daño y nos disminuye como humanos la identificación con el “hombre fuerte y de poder”, qué es este comportamiento sino demostraciones de fuerza como valor superior que hace parte de una profunda esquizofrenia y disociación moral que hace que por un lado vayan las creencias y los discursos y por otro lado en contrario vayan las prácticas sociales concretas, cosa que se acepta sin reparo en la familia, la escuela, la iglesia, los medios e incluso en la discusión pública.
Disociación que se materializa en homicidios, muertes violentas, justificaciones e indiferencia y también en encuentros, acercamientos, proximidades, grupos, asociaciones, organizaciones, comunidades de interés y de aprendizajes que existen, no tienen publicidad y estan en crecimiento, parte de ello son los más de cuarenta parches de jóvenes activistas-ciudadanía de nuevo tipo, expresándose y movilizándose con eficiencia, eficacia e incidencia social y pública, desde las comunas y periferias de la ciudad, que hacen parte de ese pequeño “grupo motor o jalonador (10%?)” a la otra orilla de ese otro “grupo que se resiste (10%?)” frente a un gran grupo influenciable (80%?), y ese es el juego: acción deliberada por influir y construir un relato y metarelato de la convivencia y la paz verosímil, atractivo, seductor, por la supervivencia de la especie y la materalización de los anhelos de la vida que habita en nosotros, a través de una ética de mínimos civiles, seculares, civilizados en perspectiva de contribución a “la casa común”, “el cambio climático”, “la igual dignidad humana”, a la garantía de los DDHH; elementos de la cosmopolítica, propuesta por Beck, 2015 y por Francisco papa, en Laudato Sí, 2015.
Recordemos de todos modos que todo cambio suscita por lo general cuatro actitudes[ Janssen, 1996.]: la indiferencia, la resistencia, la confusión y el compromiso; ninguna mejor que otra; cada una tiene un mensaje para el sistema:
-La conciencia de la vida como primera pulsión del ser vivo, así no seamos conscientes de ella
-Todos tenemos un lugar. Me pregunto ¿cuál es la necesidad profunda que satisface el guerrero por ese medio?
-¿Qué ofrecer a quiénes quiere hacer parte del movimiento por la defensa de la vida y los DDHH y no tienen claro cómo hacerlo?
-Cuidado con el buenísimo o la superioridad moral, todo lo contrario, a mayor capacidad y conciencia, corresponde mayor comprensión y acogida a los otros.
De modo que recapitulando y resumiendo, son elementos constitutivos del problema que nos ocupa “disminuir los homicidios, reflexionar la Policía”:
-Cada uno de nosotros
-La célula como principio de vida orgánica
-Los desaparecidos
-La Matriuska
-Las instituciones liberales
-La guaca
-El macho
-La Policía
-La industria funeraria y las multinacionales
La célula es la unidad básica y la pulsión de vida, los desaparecidos porque duelen a las familias y a las mamás mucho más que los muertos, son un duelo abierto, un desasosiego sin fin; la matriuska es esa muñeca rusa emblemática “vacía” o “vaciada” capaz de contener a otros y a otros dentro de sí, esa es la humanidad y cada uno de sus holones; las instituciones liberales son la escuela, la justicia, los poderes públicos; la guaca es el tesoro escondido y bien puede ser lo transpersonal o la espiritualidad, lo que hace parte de nosotros y está más allá de nosotros mismos; el macho es nuestra identidad imbuida de patriarcalismo, los demás elementos son inconfundibles.
No se trata de fijar la mirada en La Policía como ese otro para juzgar y condenar, La Policía es un elemento del sistema enfermo y claro que la policía requiere y hasta donde entendemos, viene haciendo depuraciones y transformaciones; y así mismo, las instituciones liberales y cada uno de los elementos tiene que hacer su parte para contribuir al reequilibrio del sistema descompensado. Quizás, lo nuevo, pueda estar en el trabajo sobre la cultura patriarcal que nos habita y la construcción común del relato y metarelato sobre qué puede ser para todos nosotros hoy “la guaca”, el tesoro escondido, el mayor bien y valor por el que valga la pena acordar “no matarnos” empezando por “no justificar el homicidio”, sobre ninguna persona y por ninguna razón.
Si es verdad, como dice A. Kroom, que “en el problema está la solución” entonces, el planteamiento mismo del problema es parte de la salida: Nada Justifica el Homicidio y queremos gestos y señales claras de que La Policía nos acompaña en esta reflexión y en estos hechos.
Como en “el cuento del cuadro de la Paz[ http://www.juntadeandalucia.es/averroes/centros-tic/23005591/helvia/aula/archivos/repositorio/500/732/html/webpaz/cuentospaz.pdf 22/10/2018]”, “…La segunda pintura tenía montañas. Pero estas eran escabrosas y descubiertas. Sobre ellas había un cielo furioso del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos. Montaña abajo parecía retumbar un espumoso torrente de agua. Todo esto no se revelaba para nada pacifico. Pero cuando el rey observó cuidadosamente, vio tras la cascada un delicado arbusto creciendo en una grieta de la roca. En este arbusto se encontraba un nido. Allí, en medio del rugir de la violenta caída de agua, estaba sentado plácidamente un parajito en medio de su nido…” esa fue la imagen de la paz que escogió el Rey, y no la del cuadro apacible y silencioso.