Ledy Laura Burgos Chancín

 Para que no mueras doblemente, Ledy Laura

Los detalles, las pequeñas cosas, lo que parecía no importante, esas son las cosas que más se quedan. A las personas que han vivido con nosotros no las recordamos por sus grandes actos y palabras trascendentales.

Cuando se van de nuestro lado llegan una y otra vez pequeñas instantáneas: cuando le decíamos que se durmiera ya, que mañana debía madrugar y ese cuentico de estar durmiéndose tarde no nos cuadraba. Habitaciones con hojas por todas partes, camas destendidas… El desorden que solo su propietario entendía. Las comidas prohibidas porque el estómago no daba pa’ cosas como el pescado. Los berrinches por cosas que tuvieron contra su voluntad, pero que luego amaron. La angustia existencial cuando se presentaban situaciones determinantes: ¿Cuál corte de cabello hacerse? ¿Cuál será la pinta de hoy? Las crisis nerviosas porque se dañaba el celular… La vida está compuesta de cosas mínimas.

Y en las cosas mínimas habitan las más profundas. Cada gesto, cualquier carcajada desprevenida sentados en el mueble de una casa, los momentos en que se quedaban mirando hacia un sitio indeterminado, pensando (y que nunca supimos qué estaban pensando), las muecas de pereza… En eso está el abismal corazón de los seres humanos.
Hoy quiero hablar de las cosas mínimas profundas que dejó en su paso por el mundo Ledy Laura Burgos Chancin, mi Laura.

Cuántos días pensando en esa pregunta. Sin habitarse a uno mismo, dejando que el dolor más insufrible nos habite, nos consuma, nos mate, para estar cerca de ella y acompañarla.

Cuando vuelvo a pensar para qué vivía… Yo solo sé que habitaba el mundo para embellecerlo, para hacerlo sorprendente por todo lo que no comprendía, para movernos a ser mejores, a hacernos buenos, porque ella creía en nuestra humanidad, en nuestra palabra… Para ser buenos por ella. Ella vivía para avergonzar al mundo de todo lo que no podía ofrecerle y nunca podrá, porque ella merecía todo lo que estaba al nivel de su espíritu: lo sustancial, lo esencial, lo genuino, lo bello; de lo que el mundo escasea y escasea más sin ella.

Este mundo insensato ya no se levanta tarde los sábados a arrastrar las sandalias con el pelo desordenado, como ella (nuestro mundo) que se daba la oportunidad de soñar y vivir con la inocencia de quien quiera descubrir un camino para ser feliz, para gritar con libertad por todo lo que le provocaba, para discutir por todo lo que no era justo para ella, para reírse a carcajadas sin ninguna vergüenza, para llenar tantos espacios muertos en todos nosotros.

Ella vivía para ser de la manera en que ya nadie más aquí sabe hacerlo, por eso termino dejando al desnudo lo peor que somos los animales humanos… Cierto es que si ya no habita este mundo es porque este muladar nunca la mereció. Por ella, como dice Piedad Bonnet, “pido al dolor que persevere, que no se rinda al tiempo, que se incruste en mí, que se incruste como una eterna larva a mi costado, para que de su mano cada día, con tus ojos intactos resucites, con tu luz y tu pena resucites dentro de mí; para que no te mueras doblemente, al dolor pido que sea mi aliento, el aire de mi llama, la lumbre donde vengas a diario a consolarme de los fríos paisajes de la muerte”.