Andrés Galeano Cuartas, El hijo de Sol

Andrés Galeano atendía una sala de Internet y juegos de computador, donde tenía tiempo y talento suficiente para aprender inglés y reparar celulares, formatear computadores y cargar memorias con música. De ese trabajo le quedaron varios vecinos agradecidos por el ingenio para desbararlos con temas de tecnología y extranjeros de los que terminaba sirviendo de guía -por su sorprendente capacidad para aprender inglés solo, pero sobre todo por su amabilidad y carácter fiestero-.

Siempre alegre, pero en el trabajo ingenioso y organizado: llevaba unas notas diminutas en un cuaderno para saber exactamente los minutos de cada cliente y así poder fiarles -y cobrarles- a los de más confianza. Siempre las cuentas le daban y nunca se perdió un peso.

Era tan hábil y curioso que con perlas de fantasía diminutas aprendió a hacer pequeños llaveros, muchos de ellos osos con alegres trajes rojos. Los llaveros se vendían o terminaban acumulándose en una repisa de su mamá.

Su mamá lo recuerda cantando todo el día en inglés -Adela y Rihanna-, llevando a su sobrina al colegio y paseando a su perrita Luna. Su principal motivación para tener una paga era que no faltara el cuido[ Comida procesada para animales] para Luna -que lo sentía llegar desde lejos y cuando se iba de viaje recibía mensajes de voz en el celular que le ponía en la oreja la mamá de Andrés-.

A todos les decía “mi reina” y “mi rey”, pero a la que más quería y contemplaba era a su mamá, a quien le decía cada vez que salía que la amaba mucho.

Con sus 22 años no había perdido la costumbre de expresar efusivamente el amor por su madre. Su mamá lo recuerda con el pelo bonito, un poco flaco -porque no estaba comiendo muy bien-; inteligente, amigable, incapaz de hacerle daño a alguien.