Crónica de una fuga anunciada – Víctor Raúl Jaramillo

La vela solitaria

espera el atardecer.

Wang Hong

1

Alterada la fiesta,

la podredumbre

esculpe imposición y ley.

 

Permanencia, herencia y rutina.

Letanía, desgarramiento, renuncia.

 

Exaltada imago con su carga manca

anuncia códigos oscuros y ordena jerarquías.

 

Usurpación y apropiamiento del sueño.

 

Retención del alimento:

comienzo del tributo

medio a medio la labranza.

 

Cansancio impuro, malestar y cerraduras.

 

Honor e inmortalidad:

el guerrero conquista

y amplía las potestades

de un espejismo iracundo.

 

Incremento de su poder,

barbarie y sacrificio en su nombre.

 

Huésped de la historia: escritura para el vencedor.

 

De su canto un sol insolente,

sol impuesto bajo los ojos de la torcedura:

erección inobjetable de su frecuencia.

 

Desde el primer fratricidio,

desde ese momento

-y hasta ahora-

ausencia de la auténtica casa del hombre.

 

(enajenadamente cruza el hombre la tierra)

 

Experiencia piedra sobre piedra,

flujo rodando en tiaras pecaminosas:

obediencia ante la descarga del rayo.

 

Tambores desgarrando bilis,

alaridos masticando descomposición,

muñones inundando agonías,

dientes quebrados erigiendo altares

en biografías aporreadas,

cavando las tumbas con milenios de anticipación.

 

Agrimensura de las cloacas:

oraciones, cifras y médulas sin savia.

 

Investidura del dictamen:

porvenir y fortuna

mediante guiños en la conveniencia.

 

Arrinconamiento del acuerdo

o infracción de su secreto,

serán castigados por el dominio

y la paz sólo será posible en la deshonra.

 

Linaje-anunciación

o templo agasajando la ignominia,

en el clima persistente del asesinato

los verdugos pasan soterrados

debilitando a los habitantes de la noche.

 

Destino de la humanidad:

ceguera comiendo de su especie.

 

Poema gangrenado despistando con sus eones,

el gran río de la palabra declina ante el hielo.

 

El pescador tira la red:

sólo la mitad del sello que abrirá la subienda

asciende entre los hilos.

 

Las piezas insólitas siguen en el fondo

durmiendo el tiempo del destierro.

 

 

2

 

Elegiste con una moneda al aire

y la perplejidad del poeta fue arrebatada

por la máquina fatal ante la sordera del envés.

 

Se ha ungido el tráfico

de primaveras carcomidas

en los organismos artífices del final.

 

El laberinto del hormiguero

-su escondite-

ha empeñado la travesura de la infancia

y las rayuelas son acordonadas

con un amasijo de cadáveres imberbes.

 

Quietud es lo que ocurre.

 

Número sin logro en la armonía.

 

Oír y ver la madeja

hasta depositar la fuente de lo propicio,

ánimo de estar comunicados con el origen,

eso buscan los pájaros desenvainados.

 

Multiplicidad de la negada condición del vuelo.

 

Marea de contrasentidos atesorando el asalto de la luz.

 

Poesía de muchedumbres observa la disolución,

las violaciones, el aniquilamiento de los faltos de mundo.

 

Su imposibilidad para el crecimiento

y la conservación del custodiado círculo del vigor,

desbarata el canto pulso sobre pulso.

 

Sistemas-hondonadas

venden opio en sus diseños

para esconder la carnicería de la ciudad.

 

Maleables cerebros

dormitan bajo murmullos adiestrados.

 

(negación de la arremetida fúnebre)

 

Muerte de lo opuesto a la brutalidad y su sombra,

los cofres aturdidos supuran el contraataque.

 

Entrada de la sutileza

y escamoteo de los delirios,

la sociedad esquizofrénica

gira perturbada por los anuncios inestables

de la democracia virtual que la dinastía amenaza.

 

¿Nueva metafísica?

¿Esferas y parques humillados por la trama?

 

(desmayo del esqueleto amurallado)

 

 

3

 

Festín del tesoro acumulado,

colonización y armamentos de mieles envenenadas.

 

Franja última de tierra ardida,

agua-oro abriendo el apetito de las ratas.

 

Magma escaso en las latitudes de la ola,

la fantasmal engañifa de una posible grandeza

crece en el escándalo,

en la violencia legítima

que comercia a diestra y siniestra.

 

¿Por qué razón y desde cuándo

hemos dado rienda suelta al crimen tolerado?

 

La ignorancia compra sarcófagos

mientras la hambruna la devora

-sin iniciativa-

imposibilitada por el marketing que la vuelve desechable.

 

Ciudadanía-rebaño busca un padre:

ineficacia al desconocerse a sí misma

-por negar la edad de su letargo-

su hacerse altura y compromiso

bifurca el hundimiento frágil de su memoria.

 

Actos de estirpe y mierda

en el ahínco de las voces corruptas,

los espejos arriban en limosinas para su propia idolatría.

 

Pueblos elogiados con la ampliación de sus riquezas

-en una alianza sucia de pus y lepra-

la suprema farsa de los imperios

hurta su soberanía empeñada desde hace ya bastantes siglos.

 

Niños del tercer mundo

deben los intereses de la seguridad nacional

y la adopción de la lengua del conquistador.

 

Náufragos de un mar calcáreo,

enfrentados por la promesa de sus dioses

-ombligos en la ausencia,

ficciones de antes de la guerra-

diseminan los despojos de su caricatura

con la bomba del odio dejada a la deriva.

 

Excesos y atribuciones sin sentido.

 

¿Y cómo hacen para levantarse después de la explosión?

 

Una nefasta procreación aumenta el linaje de los derrotados:

imperativo de las civilizaciones ancianas

donde despellejan a los extranjeros.

 

Burla de los invasores

o propuesta de adopción en la madre patria,

las tradiciones puras subyugan a los infelices

subrayando su título de esclavos.

 

Calculando el declive de la concordia

y el espanto estallado en mil direcciones y con crudeza,

la tortura es fiel a la carcajada del verdugo

si sus filos cortan lentamente los miembros.

 

Pero la convivencia y su eco de imanes pendulares,

crea una nueva estampida de maravillas

sin el carroñero desdén que interrumpe la danza.

 

 

4

 

Se erige la urgencia

de una ética como estética,

de una erótica que congregue cada árbol,

cada felino,

todas y cada una

de las pieles de la serpiente

para luego amparar las nuevas formas del hallazgo.

 

Le debemos un enaltecimiento y un profundo respeto

a la libre disposición de los cuerpos.

 

Cuerpos que gravitan entre las ruinas del espíritu.

 

Su carnaval plural y cercano,

su llanto y su goce.

 

Su éxtasis y su dolorosa caminata.

 

Con narraciones entre las diez mil cosas y su finitud,

el cuerpo regresa por esa grieta dejada en los tejados

para construir la fraternidad subterránea,

su palabra cruel y altanera

en lo que hubo de silencio y miedo.

 

Sensaciones clamorosas procuran

el furor de un pensamiento vivo y sin tropiezos

-ahora mismo- cuando la barca despide la arena.

 

Tacto que intenta vencer los cortocircuitos en disputa:

sagrada afirmación del planeta maltratado

por los explotadores que lo revientan

hasta una saciedad que repite… y repite… y repite.

Naturaleza tiranizada por el hombre-máquina:

cyborgs suplantando la embriaguez y su temblor,

el feliz acecho de las manos, el alboroto del músculo,

la avidez de la hendidura y su humedad,

los labios en la fatalidad de los besos.

 

Ciencia que conduce y también sacrifica al Caosmos,

mientras la tecnología -que alegra y hace cómoda la vida-

emplea malas artes en los laboratorios y las academias.

 

¿Nuevo credo de la devastación?

 

 

5

 

¡Levantaos, oh durmientes!

¡Prended los pregones de la locura!

 

¡Volveos libres de nuevo!

 

¡No poder ejercitar la rebeldía

es la única muerte verdadera!

 

Pero el arte, la resistencia y su denuncia pública

son atrapados con la golosina de la fama y el dinero:

vínculo tenebroso para arrebatarles la antorcha.

 

Los cuerpos policiales anestesiando la rebelión

disminuyen la voluntad de crear

con insultos y golpes prefabricados por la rabia.

 

Dignos de la orden manipuladora,

enseñan a mimar las multinacionales del absurdo

y de lo inhabitual -que siempre es un absurdo-

y su amorío con los aliados en el monopolio crucificador.

 

Ya todo está repartido hasta el horizonte,

y el grito de la familia del mundo es adormecido

-con juguetes nuevos-

hasta convertirlo en un vicio del mercado.

 

Se sabe que aún hay quienes persisten

en la energía de la relación honesta y sincera.

 

Mas -tarde o temprano-

algunos de estos valientes

acogerán la fachada

y darán su brazo a torcer,

suicidándose en los micrófonos

del espumante champán,

el mutuo elogio y la habladuría traicionera.

 

Tú, él, ella, nosotros todos,

yo y cada uno a su acomodo,

hemos enaltecido lo creador

-lo único que sana-

entregando en la música ruidosa,

en el ácido de la poesía,

despreocupadas y peligrosas acciones combativas.

 

Nos decidimos por la abundancia

al mermar la codicia.

Asumimos la hermandad del animal colérico.

 

Presentamos las manos limpias y las unimos

con prédicas luminosas sobre la confianza y la amistad.

 

Porque confiábamos en que éramos amigos

-en que podríamos serlo-

sin delatar el sótano libertario

que no traía queja ni trampa con ninguno de nosotros.

 

Pero fuimos cayendo

-poco a poco-

con la baba y la sangre

en la brusquedad del propio camino,

a pesar de la practicada compañía.

 

Descuidamos la presencia de la otredad,

renegamos de la mutua ayuda,

del apoyo en momentos de convalecencia.

 

Y también jugamos a ser héroes

en calles atestadas de vacío

y vociferábamos: “¡qué importa!

¡Vinimos solos y por nuestra cuenta!

¡Solos nos iremos y de la misma manera!”

 

Y disparamos contra Natasha,

contra Carlos Mario,

contra Ángelo y contra Germán y Cecilia y Esteban.

 

Disparamos contra todos,

contra Víctor y Ana y David.

 

Porque quien ve disparar

y se queda parado o sale huyendo

sin hacer nada al respecto, también dispara.

 

Y no tiene disculpa alguna.

 

(la carne palpitante de temor o de placer

también se agrieta y muere… así sea un poco.

¿Qué otra cosa podría pasar?)

 

Olvidamos el respeto por lo vivo

y nos creímos mejores

porque en el descuido acunamos la soberbia

de una obra que la moda jamás podría poner a su servicio.

 

Y fuimos la novedad del momento.

¡La perseguida y difundida novedad!

 

Y nos fuimos quebrando.

 

Y el aliento se hizo jirones

con esa falta de respeto por el amor

que nos alejaba de la grandeza.

 

 

6

 

Ya hemos muerto.

 

Arrastramos al hombre de sí.

Echamos la última palada de tierra.

 

Y sin ninguna justificación

ni vergüenza alguna,

nos dimos vuelta y emprendimos la fuga

desapareciendo en el infinito cero.

 

No sin antes pedir un aplauso.

 

Víctor Raúl Jaramillo

Medehollín, comuna 13, 23 de abril de 2017 (6:37 a.m.)